2 de junio de 2025 - 9:00 AM
Por La Redacción
En un golpe sin precedentes, Ucrania ejecutó el pasado 1 de junio la “Operación Telaraña”, una ofensiva aérea que marcó un antes y un después en el uso de drones en el conflicto con Rusia. Coordinando un ataque simultáneo a cuatro bases aéreas rusas, Ucrania logró infiltrarse profundamente en territorio enemigo, utilizando una táctica sorpresiva: lanzar drones desde camiones camuflados con techos de madera móviles, dentro del propio territorio ruso.
En una operación cuya preparación se dice que tomó 18 meses, decenas de pequeños drones fueron introducidos de contrabando en Rusia, almacenados en compartimentos especiales a bordo de camiones de carga. Estos vehículos fueron conducidos a al menos cuatro lugares distintos, ubicados a miles de kilómetros de distancia entre sí, desde donde los drones fueron lanzados de forma remota hacia bases aéreas cercanas. Esta sofisticada logística sorprendió a las defensas rusas, incapaces de anticipar un ataque tan coordinado desde su propio suelo.
Según el Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU), se desplegaron 117 drones en la operación, logrando destruir o dañar más de 40 aeronaves, entre ellas bombarderos estratégicos como el Tu-95 y el Tu-22M3, piezas esenciales para la disuasión nuclear de Moscú. El daño económico estimado por las autoridades ucranianas supera los 2,000 millones de dólares, aunque el Kremlin no ha confirmado cifras ni detalles del ataque.
El presidente Volodymyr Zelensky habría supervisado personalmente la operación, interpretada no solo como una acción militar, sino también como un mensaje político de fuerza antes de las negociaciones de paz previstas en Estambul. Analistas señalan que golpear la aviación de largo alcance rusa busca debilitar su capacidad ofensiva y reposicionar a Ucrania en la mesa diplomática.