7 de mayo de 2025 - 11:00 AM
ECONOMÍA | Artículo por PhD Dennis Iván Rodas Anzueto
dennisrodas@gmail.com


La economía informal y las microempresas desempeñan un papel crucial en la dinámica económica del suroccidente de Guatemala, donde constituyen el principal sostén económico de una amplia franja de la población. 


Este artículo analiza las características del sector informal en los departamentos de Quetzaltenango, San Marcos, Retalhuleu y Suchitepéquez, Sololá y Totonicapán, explorando su contribución al empleo, las barreras estructurales para la formalización, y las oportunidades de fortalecimiento mediante políticas públicas, inclusión financiera y digitalización.


La economía suroccidental de Guatemala presenta una estructura dual, donde conviven sectores productivos formales —como la agroindustria exportadora— con un sector informal amplio y heterogéneo que emplea a más del 70% de la población económicamente activa, según datos de la Encuesta Nacional de Empleo e Ingresos (ENEI). Esta informalidad no solo refleja limitaciones estructurales, sino también una alta capacidad de resiliencia y adaptación de los agentes económicos locales.


La caracterización de la economía informal en el suroccidente es la siguiente:


Perfil de los trabajadores informales

La mayoría son autoempleados o trabajadores por cuenta propia, especialmente en comercio, servicios personales, transporte y construcción.

Predominan mujeres y jóvenes con bajo nivel educativo, especialmente en áreas urbanas periféricas como Coatepeque, Mazatenango y Malacatán.


Tipología de actividades informales

Microcomercio ambulante y en mercados: venta de alimentos, ropa, artículos de uso doméstico.

Servicios no regulados: mecánicos, peluquerías, transporte en moto-taxi.

Producción casera: panaderías, costura, alimentos procesados sin registro sanitario.


Contribución económica

Aunque subregistrada, la economía informal representa una porción significativa del PIB regional.

Proporciona ingresos esenciales en zonas con baja cobertura estatal y limitada inversión formal.


Microempresas: entre la informalidad y el emprendimiento

Más del 90% de las unidades productivas en la región son microempresas (menos de 5 empleados).

En su mayoría, no cuentan con registro tributario, seguridad social ni acceso a crédito formal.

Muchas microempresas nacen como “emprendimientos de subsistencia”, más que por oportunidad.


Barreras para la formalización


Burocracia y costos

La percepción de trámites complicados, elevados costos fiscales y falta de beneficios tangibles desalienta la formalización.


Acceso a financiamiento

Alta exclusión financiera: menos del 20% de los microempresarios acceden a crédito bancario.

Dependen de prestamistas informales, créditos de familiares o esquemas tipo “cuchubal”.


Educación financiera y digital

Bajo conocimiento sobre contabilidad básica, ahorro formal y uso de herramientas digitales.

Escasa adopción de medios de pago electrónico o plataformas de comercio digital.


Oportunidades de transformación


Digitalización y plataformas tecnológicas

Programas como “Emprende Guate” han empezado a capacitar en comercio electrónico.

La penetración creciente de smartphones representa una oportunidad para la bancarización digital.


Redes de cooperación

Existen asociaciones locales (como cooperativas y asociaciones de mujeres) que fortalecen capacidades de negociación, compras y ventas colectivas.


Políticas públicas y descentralización

Iniciativas municipales (como mercados regulados, ferias de emprendimiento y apoyo al registro simplificado) pueden facilitar el paso a la formalidad.


Para mejorar el ecosistema empresarial en la región, es importante un proceso de formalización progresiva y flexible: esquemas como el monotributo rural o la formalización parcial pueden incentivar la legalización sin imponer barreras. Además, de una educación financiera y digital a nivel comunitario, adaptada a idiomas y contextos locales.


También se requiere financiamiento adecuado al perfil del microempresario: créditos de bajo monto, sin garantías tradicionales, con acompañamiento técnico y alianzas público-privadas para promover cadenas de valor incluyentes.


La economía informal y las microempresas son parte estructural del desarrollo del suroccidente de Guatemala. Reconocer su aporte, entender sus limitaciones y potenciar sus capacidades mediante estrategias adaptadas es clave para un desarrollo económico más inclusivo. Lejos de erradicarlas, se trata de integrarlas en una economía más productiva, digna y sostenible.