24 de octubre de 2024 - 9:20 AM
Por Carlos González
La erupción del Volcán Santa María el 24 de octubre de 1902 marcó un antes y un después en la historia de Quetzaltenango. Esta tragedia natural dejó una huella profunda en la región, afectando gravemente a la población y las áreas circundantes. Sin embargo, en medio del caos, resurge una crónica inédita escrita por el presbítero Rafael Coronado, quien describió con detalle los momentos críticos de la erupción y la fortaleza que mantuvo en pie a la ciudad. El documento lo resumió en un video la Comisión de Historia de la Hermandad de Justo Juez, de la Catedral del Espíritu Santo.
Durante 19 días, el volcán expulsó 20 km cúbicos de material volcánico, alcanzando una columna de ceniza de hasta 28 km de altura. Los lahares gigantes posteriores continuaron causando estragos durante años, afectando tanto la flora como la fauna.
Esta erupción, una de las más poderosas en la historia de Guatemala, sigue siendo un testimonio de la resistencia de Quetzaltenango. El relato del presbítero Coronado es una pieza clave de la memoria de la ciudad y un recordatorio de la fragilidad ante la naturaleza, pero también de la fuerza de los pobladores.
Relatos de la época, según información de Fototeca Quetzaltenango, indican que días previos al evento se sintieron sismos leves en la región, también se escucharon retumbos, mismos que se incrementaron el día 24, día de San Rafael Arcángel, la erupción inició a eso de las 5 de la tarde, se escucho una gran explosión, debido a que “reventó el volcán” después empezó a caer arena volcánica y piedra poma.
En la región hubo escasez de alimentos, de granos básicos y agua debido a que la arena obstruyó las tuberías, hubo muerte de animales, colapsaron techos de casas por el peso de la arena, la erupción destruyó las plantaciones de café y de caña de azúcar.